Antonio Vega, a la izquierda, en un concierto con su primo, Nacho García Vega.
“Su muerte le convertirá en un mito”, decía este martes Servando Carballar, líder de Aviador Dro y editor en 1983 del tercer disco de Nacha Pop. Pero Antonio Vega, que falleció este martes a los 51 años de un cáncer de pulmón, lleva ya años siendo un mito. Su figura, deteriorada gravemente por el consumo de droga, deambulaba un mes tras otro por los escenarios de una capital, Madrid, que en los 80 le elevó al cielo del éxito y en los 90 le hundió en el infierno del fracaso, que le hizo gozar de una excitante y moderna juventud y terminó transformándole en un viejo prematuro. Solía ser en Clamores o en Galileo Galilei.
Encorvado sobre el micrófono como una abuelita, ocultando el rostro de calavera bajo un mechón de pelo y agarrado a su guitarra eléctrica como a un salvavidas, Vega se hundía en su repertorio de nostalgias, ausencias y melancolías. Parecía el único lugar donde se encontraba a salvo, lejos de los demonios que la vida le puso delante y que no supo o no pudo o no quiso esquivar.
Las letras de sus canciones-poesías emanan la paz y la quietud que siguen a la tormenta y la destrucción, el las desgranaba con extrema sensibilidad y disciplina de oficinista para ganar su salario mensual, que era económico y también espiritual.
Su muerte elevó las voces de sus compañeros de generación, esos que conocieron de cerca las tentaciones y los peligros que acechan en cualquier curva de la carretera del rock. Especialmente reveladora y fuerte suena esta frase, digna de epitafio, que Álvaro Urquijo dijo por teléfono a Público: “Le daba igual todo, menos él mismo”. O lo que es lo mismo, como dice el título de aquella fabulosa canción: esperando nada. El guitarrista de Los Secretos, al decir esa frase, recordaba una rueda de prensa en Tenerife del año 1988: “Estábamos en una gira conjunta con Nacha Pop por las Canarias. Los periodistas comenzaron a preguntar y, en un momento dado, Antonio dijo: ‘Esto no lo soporto’. Se levantó y se fue. Le daba igual lo que los demás pensaran de él”.
Antonio Vega fue el último superviviente y ha sido la última víctima de la Movida. Porque sí formó parte de la Movida, aunque fuera como antagonista cabecilla de Los Babosos, como llamaban a Nacha Pop y Los Secretos los del otro bando, las Hornadas Irritantes de Pegamoides, Derribos Arias o Siniestro Total. Los Babosos eran los pijos, los comerciales, los que sabían tocar. Las Hornadas eran todo lo contrario: transgresores, independientes y amateurs. “Aquello era más ficticio que otra cosa, al final somos todos colegas”, afirmaba este martes el líder de estos últimos, Julián Hernández.
El músico gallego nos trae otro vivo recuerdo de los inicios de Antonio Vega en la música, el día que Nacha Pop teloneó a Los Ramones en la Plaza de Vistalegre de Madrid: “Fue un gran concierto. Fueron unos teloneros de lujo, para ser un grupo español sonaban impresionantes. Estaban muy influenciados por la new wave inglesa y lo hacían muy bien”.
Vega estaba enamorado de las melodías de Elvis Costello y las letras de Graham Parker. Se empapó de ese sonido y lo cantó en español. Años más tarde, una de sus canciones recorrió el camino contrario, cuando el grupo americano Gigolo Aunts versionó en inglés La chica de ayer, uno de los pocos casos que se conocen en que un tema de una banda española es adaptada al inglés por una formación foránea.
Sabino Méndez, guitarrista y compositor de Loquillo y los Trogloditas, conoció a Antonio Vega en un concierto en Gijón, en plena eclosión de los grupos de la Movida. “Teníamos el mismo manager y coincidíamos mucho, aunque no llegamos a ser íntimos. Fue un grandísimo escritor de canciones y un intérprete extremadamente sensible. A los dos nos gustaba mucho el pub rock inglés y hablábamos mucho de Graham Parker. Admirábamos su manera de hacer canciones, cómo construía las historias”.
La repercusión de Antonio Vega había disminuido con los años, aunque contaba con una grey de incondicionales que llenaba sus “pequeños grandes conciertos”. Su peregrinar musical por salas de aforo reducido y su deterioro físico aumentaron su aureola de músico maldito. “Él nunca lo pretendió. Su malditismo fue más exterior que otra cosa. Hizo lo que quiso, pero era un chaval normal, muy educado y sin poses”, dice Julián Hernández.
En realidad, nunca fue un superventas, ni siquiera con Nacha Pop, pero sin duda estaba considerado como uno de los grandes de la música española. Pocos músicos en España son capaces de movilizar al líder de la oposición, Mariano Rajoy, que, en una jornada tan intensa como la del debate sobre el estado de la nación, sacó tiempo para mandar un mensaje de condolencia a su familia.
No era un músico cualquiera. Tampoco una persona cualquiera. “Sabía de todo –asegura Urquijo–, si le decías que habías leído un reportaje, yo que sé, de coches híbridos, él sabía muchísimas cosas del tema. Tenía una agilidad mental fuera de lo común”.
Decía Nacho Cano que Vega, con el que acababa de colaborar para su musical A, “fue uno de los fundadores del pop español actual”. Sabino Méndez, otro escritor de clásicos de los 80, lo corrobora: “Su contribución fue enorme. Su música fue una apuesta de riesgo para la época, era una propuesta indomable, muy alejada de la típica canción melódica. Antonio Vega es el precedente del cantautor eléctrico, que ha cuajado luego en otros músicos como Quique González y Nacho Vegas”.Hace unas semanas, el músico ingresaba en un hospital de Madrid con una neumonía y suspendía su concierto con Nacha Pop en el festival Extremusika. “De peores situaciones he salido”, bromeó. La última, sobrevivir a la muerte de Margarita, su compañera sentimental, en el año 2004, a la que le dedicó su último álbum, 3.000 noches con Marga. Su corazón aguantó entonces. Su pulmón, no.
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